miércoles, 19 de enero de 2022

 
En el bar Venus.

Para entrar en el bar Venus debías subir un pequeño peldaño después de la acera, Desplazabas las tiras de una cortina de cuerdas, con chapas de refrescos y cervezas, hecha por el manitas, que disfrutaba de las bondades físicas de la diosa que regentaba detrás la barra.
Venus, llamaban los clientes al huracán que gobernaba el local. Con poderío y gran soltura se defiendía de los pajarracos que se posaban delante de la barra. No necesitaba demostrar creencia religiosa exótica, ya que tapadita no iba, ni siquiera ser practicante de la fe más cercana, diría que de venerar, nada de nada, mejor la veneran, y quién no desearía sus bendiciones en especie, porque en las espirituales le falta tacto y empatía.
Sale de su guarida para servir unas cervezas en la mesa, donde cuatro curtidos del pueblo se juegan a la lerpa unos jornales. Como un viento repentino ha sido su paseíllo, la mayoría de las testas han experimentado un ligero desplazamiento en dirección a la trayectoria de la diosa, socia de Baco. Una coreografía de reojos han barrido visualmente parte de la estancia, hasta que la musa se ha dado la vuelta de regreso al oráculo.
Los colgajos de la cortina han resonado con su sonido de cascajos, es el Bellotas que acaba de entrar. Todos mirando al frente, como si aquí no hubiera nada interesante, cada uno atento a su bebida no sea que caiga dentro alguna mosca, todos de repente pensando en sus cosas, buscando soluciones a sus cuestiones más o menos trascendentales. No parece tener muchas luces el Bellotas. Si le sabes llevar el rollo…,o escuchar como se debe a todo humano, sin interrupciones, sintiendo la importancia que para él tiene sus comentarios, como a todos nos gustaría que nos escuchasen, entonces elBellotas se siente como un niño en el centro del universo.
Gracias a que la reina del lugar es avispada, corta el rollo en consecuencia y a tiempo, si no el bellotas te da la cena y la cama.




o



 

De fuertes lazos.

Paseaba Nita por una de las calles aledañas a la plaza, con sus cavilaciones. El vocerío de la gente en el bar Venus, llegaba hasta la esquina de la calle que daba al camino del castañar. La gente parecía alterada,Nita se preguntaba qué coño barruntarían. Hoy, el día ha salido un poco más cálido que ayer y el ambiente, con la brisa, traía aromas de las hierbas que nacían al pie de las paredes de piedra, impulsadas por la humedad de los regatos que se formaban en esta incipiente época otoñal del mes de septiembre.

Pronto los matorrales, monte y pastos agostados del verano, se desprenderán de su sequedad y color café con leche, para derivar en diversas tonalidades del verde, y el aire se notará más fresco y húmedo.

El pueblo se sumerge poco a poco en el silencio y en una soledad trágica. En las noches, en las que los perros dan tregua a sus ladridos, se siente el rumor del río escurriéndose entre los cantos, en su descendencia hasta las partes más bajas del valle. El roce del viento sobre los olivos, chopos y pinos de las afueras, dan una sensación de seguridad y bienestar que invitan al recogimiento en casa.

En una de estas soledades, le vino a la mente a Nita el recuerdo de la partida de Edu, mirando de respabilón por la ventanilla del 600 verde oliva, típico color de aquella época. Le gustaría, si supiera que escucha los programas de radio con dedicatorias, pedir una para él . Eso sí, una romántica, no de las que él elige en la máquina de discos del bar para hacerse el duro.

Cierto que la pieza o canción ésta, es bastante romántica. Parece una de esas declaraciones un poquito ñoñas o pasadas de moda e igual se hace ilusiones de sus sentimientos hacia él, pues Nita siempre, y solamente, se imagina a Edu como un colega de fuertes lazos, una pareja de viaje, de risas y abrazos.





lunes, 17 de enero de 2022

 
De una foto y cristal empañado.

Del aburrimiento y de su tediosa monotonía dicen que no se debe huir siempre. Es un estado del que, si sabes aceptar su quietud y por el mismo hecho de escapar de esa situación, emergerán los deseos de la creatividad. Es así como un día, en esa actitud de huida, tomé entre mis manos un álbum de fotos, aun no amarillentas, pero sí lo suficientemente viejas (si es que por ellas pasa el tiempo).En esas fotos, sigue atrapado el momento en el que, a través del obturador de la cámara fotográfica, pasó la luz de nuestros semblantes o las siluetas de los objetos, edificios o vegetación del lugar.
Fue tras el paso de las dos primeras páginas, cuando divisé, en una de las instantáneas, un coche utilitario de aquellos tiempos de niño, justamente un seat 600. Aún no existían muchos coches en el pueblo, y es por eso que un seiscientos no dejaba de ser un lujo o un sueño para muchos de nosotros.
Un vehículo con el que desplazarse a tierras lejanas y en menor espacio de tiempo que con los medios de entonces; sumando independencia y autonomía.
Como una historia leída o recordada en alguna parte, vinieron a mi cabeza recuerdos, vivencias y sensaciones, de aquel mediodía en el que, vestido aún con pantalones cortos, monté en uno de "estos aparatos", en el que un allegado del pueblo me trasladó hasta la pequeña ciudad en la iba a empezar mis estudios secundarios . En esos recuerdos, flotó la imagen de Nita entre los cristales semi empañados, pero no lo suficiente para percibir su faz blanca, llena de pecas, y sus ojos escondidos entre el cabello. De mirada dulce y tímida, y de labios claros, de los que nunca sus besos podrían ser amargos. De su fugaz y asombrada mirada, quise presumir, en favor de mis sentimientos, pueriles y casi infantiles de un adolescente perdido, que también fueran los suyos, y poder tararear una canción imaginándome con ella...
..Pensé que me estaba poniendo «tierno». Un chico de entonces debía ser más gamberro, los sentimientos eran cosa de enquencles, y es por eso, que me vi obligado a cambiar el deseo con alguna canción más traviesa…