En el bar Venus.
Para entrar en el bar Venus debías subir un pequeño peldaño después de la acera, Desplazabas las tiras de una cortina de cuerdas, con chapas de refrescos y cervezas, hecha por el manitas, que disfrutaba de las bondades físicas de la diosa que regentaba detrás la barra.
Venus, llamaban los clientes al huracán que gobernaba el local. Con poderío y gran soltura se defiendía de los pajarracos que se posaban delante de la barra. No necesitaba demostrar creencia religiosa exótica, ya que tapadita no iba, ni siquiera ser practicante de la fe más cercana, diría que de venerar, nada de nada, mejor la veneran, y quién no desearía sus bendiciones en especie, porque en las espirituales le falta tacto y empatía.
Sale de su guarida para servir unas cervezas en la mesa, donde cuatro curtidos del pueblo se juegan a la lerpa unos jornales. Como un viento repentino ha sido su paseíllo, la mayoría de las testas han experimentado un ligero desplazamiento en dirección a la trayectoria de la diosa, socia de Baco. Una coreografía de reojos han barrido visualmente parte de la estancia, hasta que la musa se ha dado la vuelta de regreso al oráculo.
Los colgajos de la cortina han resonado con su sonido de cascajos, es el Bellotas que acaba de entrar. Todos mirando al frente, como si aquí no hubiera nada interesante, cada uno atento a su bebida no sea que caiga dentro alguna mosca, todos de repente pensando en sus cosas, buscando soluciones a sus cuestiones más o menos trascendentales. No parece tener muchas luces el Bellotas. Si le sabes llevar el rollo…,o escuchar como se debe a todo humano, sin interrupciones, sintiendo la importancia que para él tiene sus comentarios, como a todos nos gustaría que nos escuchasen, entonces elBellotas se siente como un niño en el centro del universo.
Gracias a que la reina del lugar es avispada, corta el rollo en consecuencia y a tiempo, si no el bellotas te da la cena y la cama.
o